Por Héctor Silvestre hijo
El pasado mes de septiembre, el joven arquitecto David Rodríguez, quien en 2012 había sido «beneficiario» de una obra para la reconstrucción de una Escuela en Monte Plata, por valor de 21 millones de pesos, se quitó la vida, fruto de un disparo en la boca, en uno de los baños de la «Todopoderosa» Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (OISOE).
Este acontecimiento desastroso ha destapado una caja de Pandora que promete convertirse en uno de los escándalos de corrupción más importantes de estos tiempos en nuestro país.
La novedosa práctica de sortear pequeñas obras y la asignación del 4% del Producto Interno Bruto (PIB) a la educación parecían ser los grandes logros de la actual administración. El estallido en la OISOE nos indica que, posiblemente, el 4% a la educación parece haber mutado en «el 4% A LA CORRUPCIÓN». ¡Esto hay que detenerlo!
Ahora bien, ¿por qué eligió el Arquitecto Rodríguez quitarse la vida en el mismo edificio de donde emana toda esta desagradable situación?.
La República Dominicana se ha convertido en el portafolio de negocios personal de un pequeño grupo que lo controla casi todo. El Poder Legislativo y Judicial no exhiben, ni juntos ni separados, el rostro de la independencia ni de la autonomía, principio que está consagrado en la Constitución.
Los medios de comunicación están «blindados» por los sectores más prepotentes. Sufren de sordera crónica ante las denuncias ciudadanas de atropello y malversación; por su lado los organismos de inteligencia del Estado se hacen de la vista gorda, porque al parecer, están muy ocupados con las escuchas telefónicas para filtrar las gestiones de «segundas» y «terceras bases» de funcionarios y opositores.
¡Somos culpables, como sociedad, ante la abstención e indiferencia generalizada de tanta barbarie y descomposición!
¡¡Soy culpable por omisión!! ¡¡¡Y exijo se me condene sin derecho a fianza ni apelación!!!
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